TIRAMISÚ

Tiramisú quiere decir algo así como «levántame», «dame ánimos». En los tiempos de las hambrunas pre y post guerras del siglo pasado había que fortalecer la alimentación de los jóvenes. En España se les daba, como al hermano de otra niña amiga, una cosa que yo recuerdo que llamaban ponche. Era una especie de batido con yemas, nata, café, un vino dulce reconstituyente, todo batido en un vaso alto y con unos bizcochos. Nos moríamos de envidia, porque a nosotras no nos lo daban. Si se comparan los ingredientes del ponche y el tiramisú son casi lo mismo, algo para levantar el ánimo. Un restaurador o una ama de casa avispada lo convirtieron en postre y ahí está. Ya es un clásico.

Batir la nata muy fría con el azúcar molida hasta que suba. Batir las yemas con el azúcar blanquilla hasta que suban mucho. Batir el queso un poco antes de añadirlo a la nata y unir con las yemas. Reservar.
Mezclar el cafe con el licor.
En una fuente cuadrada o rectangular poner bizcochos de modo que cubran todo el fondo. Empaparlos con la mezcla café-licor.
Poner una capa de batido queso-yemas-nata.
Colocar sobre la mesa más o menos el mismo número de bizcochos que cubrieron el fondo de la fuente. Mojar con el café por la cara inferior, quizá con un pincel o una cuchara. Colocarlos sobre la crema con la cara superior hacia arriba.
Terminar de llenar la fuente con el resto de la crema. Espolvorear de abundante cacao en polvo.
Dejar reposar en el frigorífico por lo menos 2-3 horas, mejor más.

NOTA: Los bizcochos para hacer tiramisú tienen un poco de almendra amarga y tienen ese aroma parecido al amaretto. Si no se encuentran, se puede hacer el postre con los que con el nombre de bizcochos champagne o dedos de dama se venden en nuestro país. No queda mal.