COCINAR EN MICROONDAS
El microondas, desde su aparición en las cocinas, ha generado en muchas personas un rechazo sin base alguna. No hay un motivo real por el que el microondas sea malo o peor que otro de los sistemas de aplicación de calor a los alimentos para cocinarlos. Desde el fuego de leña, los aparatos eléctricos de placas, de vitrocerámicas, de inducción al de gas, todos son sistemas de cocinar igual de válidos, tanto como el microondas.
El microondas, creo que no hay que decirlo de nuevo pero, por si acaso, se repita, calienta el alimento mediante unas ondas que producen una agitación de las moléculas de agua del alimento –que está constituido por una proporción enorme de agua– y, en consecuencia, aumenta con rapidez su temperatura, por lo que se cocina.
No tiene otro secreto. La cantidad de calor o, lo que es lo mismo, la cantidad de energía necesaria para cocinar un alimento es siempre la misma, sea cual sea el sistema de cocinar e independientemente del tiempo durante el que se aplique. Para elevar 1º C 1 g de agua es necesaria 1 caloría. La diferencia entre unos sistemas y otros es el tiempo necesario para conseguir el mismo resultado. Lo que no variará será la cantidad de energía necesaria, será la misma, obviando las pérdidas de calor de los instrumentos.
El microondas o las placas de inducción son capaces de calentar una cantidad de agua o de otro líquido determinada con mayor rapidez que cualquiera de los otros sistemas, pero consumirán todos la misma cantidad de energía para una misma cantidad de líquido.
Por tanto, lo mejor será apartar las ideas un poco absurdas sobre este aparato que, en algunos casos, es el único de que disponen los apartamentos pequeños y que puede servir para cocinar casi de todo o, al menos, una comida más saludable que la que se expende en las tiendas precocinada para c
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